Antes de comenzar...
Esta no es una historia cualquiera.
No encontrarás héroes con capas, ni finales perfectos.
Aquí hay cicatrices. Lágrimas. Gritos que nadie escucha.
Y un corazón que se rompe… muy lentamente.
Lo que estás por leer es un viaje dentro de la mente de un joven que, como muchos,
carga con dolores que el mundo elige ignorar.
James representa a todos aquellos que alguna vez fueron humillados, rechazados, ignorados.
Que lloraron en silencio.
Que se sintieron invisibles.
Cada palabra es un reflejo del dolor real.
Cada capítulo, una advertencia.
Cada caída, un recordatorio de que necesitamos mirar más allá de lo que creemos ver.
Si alguna vez te sentiste solo, diferente, o simplemente perdido...
Esta historia es también para ti.
No estás solo.
Tu dolor no es menor.
Tu historia también importa.
Bienvenido a este viaje.
Uno donde el miedo, la oscuridad y el silencio… también tienen voz.
Capítulo 1: VIERNES
El cielo estaba cubierto de nubes densas, grises, como si el sol se hubiese olvidado de este lugar. Afuera, todo parecía en calma… demasiado en calma. El silencio no era paz. Era sospechoso.
La nueva casa olía a humedad y madera vieja. El puente cercano, con su crujido leve cuando pasaba el viento, era lo único que rompía esa quietud. Cada tarde, los pasos me llevaban hasta allí. A veces me quedaba mirando el agua por horas, imaginando que el río podía llevarse mis pensamientos lejos, tan lejos como mi antiguo hogar.
Era la tercera vez que soñaba con él… otra vez su rostro, sus gritos. Desperté con el corazón latiendo tan rápido que pensé que iba a explotar. El reloj marcaba las 3:33 a. m. Otra coincidencia absurda que no podía ignorar.
A dos meses de haber llegado, ya conocía algunos rostros. Yeison, con su risa nerviosa; Marcos, que siempre hacía preguntas raras; y Nara, que me miraba como si supiera algo que yo aún no. Son amables, sí… pero no confío. No todavía. No después de lo que pasó.
En tres días comienzan las clases. Un nuevo país, un nuevo salón, nuevas voces que no conocen mis cicatrices. Nadie me pregunta por qué no hablo mucho. Mejor así. Si supieran lo que pienso, se alejarían.
Aquí todo parece tranquilo. Pero el silencio… el silencio guarda secretos. Y yo también.
Capítulo 2: EL RUIDO
La mancha en el techo parecía moverse.
No era la primera vez que la veía, pero esta noche algo era distinto. Tenía forma. Se extendía como si respirara, como si lentamente se arrastrara hacia mí. No parpadeaba por miedo a perderla de vista.
El reloj marcaba las 2:46 a. m.
Y aún no podía dormir.
Los segundos caían como gotas en un cubo vacío. Afuera, el viento empujaba las ramas contra la ventana y el crujido que hacían me recordaba uñas rasgando madera. Cerré los ojos. Quería escapar. Pero ahí volvió…
Ese ruido.
Un murmullo seco, débil, casi imperceptible, como si alguien pronunciara mi nombre desde la otra habitación.
James…
Abrí los ojos. No había nadie. Solo oscuridad. Una oscuridad que me observaba, que sabía que yo sabía. La habitación estaba helada, pero no por el clima. Era ese frío que nace adentro, que te aprieta el pecho y no te deja gritar.
Me cubrí con las sábanas. Como si eso sirviera.
Entonces lo escuché de nuevo. Más cerca.
James…
Me levanté de golpe, encendí la lámpara. Nada.
Silencio. Otra vez.
Miré al espejo del armario. Ahí estaba mi reflejo… pero no sentí que era yo.
Tenía los ojos abiertos, pero vacíos.
No sé cuánto tiempo estuve así, congelado. Solo sé que cuando volví a la cama, el ruido se había ido. Pero la sensación… la sensación seguía ahí.
Algo me está observando.
Algo sabe que estoy aquí.
Y algo, en lo profundo de esta casa, no quiere que me vaya.
Capítulo 3: PRIMER DÍA
El pasillo olía a desinfectante barato y sudor. Demasiados rostros. Demasiadas voces. Todos hablaban, reían, se movían como si fueran parte de un mundo al que yo no pertenecía.
Mi pupitre estaba en la última fila. Ahí, donde nadie mira.
La profesora de literatura hablaba con voz monótona sobre autores que apenas conocía. Yo no escuchaba. Estaba ocupado mirando las grietas en la pared, tratando de predecir hacia dónde se romperían.
Entonces entró él.
Se llamaba Axel.
Cabello alborotado, mirada afilada, sonrisa de esas que no son reales. Caminó como si el mundo le perteneciera. Y cuando pasó cerca de mí, me empujó el cuaderno al suelo. Nadie dijo nada. Ni siquiera la profesora. Como si ya todos supieran quién mandaba allí.
—¿Y tú qué ves? —me preguntó después, al salir al recreo. No respondí. Pero él no necesitaba respuestas para crear una excusa.
Me empujó contra la pared. No fue fuerte. Fue humillante.
—No hables. No mires. No existas —susurró.
Desde ese momento, supe que cada día iba a doler. Y dolió.
En los días siguientes me escondía en los baños. Fingía que leía. Evitaba contacto visual. Nara me miraba con preocupación, pero no decía nada. Marcos hacía chistes para aliviar la tensión. Yeison intentaba normalizarlo todo. Pero no era normal. Nada lo era.
Porque desde que Axel apareció, el susurro volvió.
En casa, en el puente, incluso en clase.
James… despierta…
Yo no entendía.
¿Despertar de qué?
Capítulo 4: LA CAÍDA
Ese día llovía.
No como otras veces. Esta vez era distinto.
Las gotas golpeaban las ventanas del aula con fuerza, como si quisieran entrar y arrastrarlo todo. Yo no hablaba. Apenas respiraba. Habían pasado solo tres días desde que Axel comenzó a "jugar" conmigo, pero parecía un año. Nadie decía nada. Nadie intervenía. Todos eran cómplices por silencio.
A segunda hora, mientras la profesora salía del salón, Axel me lanzó una bola de papel. Dentro, había una frase escrita en tinta negra:
“¿Y si no vuelves mañana?”
Levanté la mirada. Él sonreía. Esa sonrisa torcida, vacía.
Las risas se sintieron como cuchillos.
No respondí. Nunca lo hacía.
Al salir al recreo, Nara intentó hablarme.
—James, ¿estás bien?
No. No lo estaba.
Pero asentí.
Ella me miró con dolor. Quería decir algo más, pero su voz se perdió entre los gritos. Marcos y Yeison discutían por algo sin importancia. Todo era ruido. Todo era distorsión.
Y entonces pasó.
Axel me empujó por las escaleras del segundo piso.
Todo fue lento.
El cuerpo giró.
Los rostros se borraron.
La gravedad me abrazó con violencia.
El golpe fue seco.
Oscuro.
Total.
Los murmullos se convirtieron en gritos. Vi mi sangre mezclarse con la lluvia que entraba por una ventana rota. Vi sombras correr, voces que se apagaban…
Y luego, el silencio.
Ese maldito silencio otra vez.
Pero esta vez… era distinto.
Esta vez, no era afuera.
Era dentro.
Capítulo 5: EL PASILLO BLANCO
Desperté.
Eso creí.
Estaba acostado en una camilla. No recordaba cómo había llegado ahí. El techo era blanco, demasiado blanco, sin luces visibles pero completamente iluminado. No sentía dolor. Tampoco miedo. Solo un vacío silencioso… como si algo se hubiese quedado atrás.
Me senté.
No había ventanas. Tampoco puertas. Solo un largo pasillo blanco, recto, eterno.
Me levanté. Caminé.
Las paredes eran lisas, frías. Con cada paso, el sonido de mis pies se distorsionaba, como si estuviera caminando sobre agua que no mojaba. No había sombras. No había eco. Solo… un zumbido.
Y luego una voz.
—James…
Era la voz de mi madre.
—¿Dónde estás? Despierta… por favor.
Quise responder, gritar, correr hacia la dirección del sonido. Pero cuando me giré, no había nadie. Solo otra camilla. En ella, alguien dormía.
Me acerqué.
Era yo.
Mi rostro estaba pálido, lleno de cables. Respiraba con dificultad. Mi cuerpo estaba quieto, pero mi mente… estaba aquí. Caminando en un lugar que no existía.
Retrocedí. Me caí. Grité. Nadie respondió.
Entonces escuché pasos.
Fuertes. Lentos. Amenazantes.
Me puse de pie. Corrí por el pasillo. Corrí hasta que el suelo cambió. Ya no era blanco. Era el pasillo del colegio.
Lleno de papeles tirados, casilleros oxidados, luces parpadeando.
Y al fondo, Axel.
De espaldas. Quieto.
Me acerqué con rabia. Pero cuando él volteó…
No era Axel.
Era yo.
Mi reflejo, con los ojos vacíos, llenos de sombra.
—No estás despierto —me dijo—. Y tal vez nunca lo estés.
Capítulo 6: Nadie me necesita.
ESTA HOJA SE HA ARRANCADO ACCIDENTALMENTE…